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Por Marlene Ramírez Padilla
En la época de la guerra cristera, en el municipio de San Julián, Jalisco, lugar reconocido por muchos coterráneos como “la cuna de la Cristiada” se cuenta la leyenda que cuando los encargados del levantamiento en armas, se enteraron por los habitantes de pueblos vecinos como San Diego de Alejandría, quienes les informaron que los federales se acercaban y que se llegaba la hora de esta guerra, comunicaron a todos los ciudadanos del pueblo que debían estar preparados para recibirla y que en esta guerra podían perderse muchas vidas al ser invadidos en sus hogares, además de ser despojados de sus pertenencias.
Todos los ciudadanos que tenían dinero, asustados, enterraron su oro en las paredes de su casa, hicieron hoyos en ellas y lo escondieron, ya que consideraban que si entraban los federales, no buscarían dentro de las paredes.
Resulta que un señor poco conocido estaba solo, sin familia y vivía a las afueras del pueblo, cerca del cerro “El Tolimán”; el hombre era muy rico, no quería que el gobierno federal encontrara la gran cantidad de oro que tenía, así que se le ocurrió llevarlo a unas cuevas cerca del cerro, donde sabía que sería muy difícil encontrarlo.
Sólo tenía a un conocido, era un vecino de edad avanzada y muy pobre, a quien le contó sobre lo que había hecho con su riqueza y dónde la había llevado; el señor le dijo que si llegaba a morir en la guerra, el viejo podía ir a buscar el oro y quedárselo todo para él, pero tendría que ser un secreto, no debía contarle a nadie más, esa era la única condición y además, para podérselo llevar de las cuevas tendría que ser todo el oro o nada. Durante la guerra ambos señores murieron y el secreto del oro enterrado, se fue junto con ellos.
Años más tarde, se cuenta que un señor no muy grande de edad, tenía un terreno cerca del Tolimán a donde se fue a vivir; cada noche antes de irse a dormir, escuchaba muy fuerte el ruido de cadenas cerca de las cuevas y sabía que era algo muy extraño, pues no vivía nadie más cerca del lugar; así fue durante varios días hasta que una noche, el señor se armó de valor y fue hacia donde escuchaba el ruido de cadenas, llegó hasta las cuevas, pero temeroso no se animó a entrar.
Fue hasta después de unos años que la curiosidad le ganó; se atrevió y entró con mucha dificultad a las cuevas, la entrada estaba muy oculta, era difícil pasar pero se llevó la gran sorpresa de ver grandes porciones de oro regado en varias partes de la cueva; pero, cuando intentó agarrar sólo unas cuantas monedas, pues no podría cargar con muchas, cuando intentó irse, la salida comenzó a desaparecer, el hombre entró en pánico por el miedo e impotencia de saber qué era lo que estaba ocurriendo, cuando una voz surge dentro de las cuevas diciendo “todo o nada”.
Este señor asustado, quiso salir con la poca cantidad de oro que había agarrado, buscando otra manera de poder salir, pero no lo lograba porque estaba cerrada totalmente, así que cuando dejó el oro que había agarrado, pasaron unos minutos y la salida volvió a aparecer enfrente de él y logró salir de allí.
Han pasado varios años desde lo ocurrido aquel día y se dice que hasta la fecha, los habitantes que viven cerca del Tolimán cada noche, siguen escuchando ruidos extraños de choques de cadenas, cerca de las cuevas y que cada habitante de San Julián que sube al cerro para rezarle al “Cristo Rey” de “El Tolimán”, pasa por las cuevas pero la entrada está sellada por varias plantas y grandes rocas.
