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Lisbeth Díaz Hernández | @KioscoInfo | 1 de julio de 2018
San Miguel el Alto es un hermoso municipio, con gente maravillosa y una rica cultura, a la que se suman
costumbres y tradiciones de todas sus delegaciones para enriquecer su patrimonio.
Las leyendas de mi municipio, son historias que se nos han contado, de generación en generación. Una de ellas es ‘el callejón de los enamorados’ que se originó en una delegación municipal.
Dicha leyenda comprende la historia de amor entre Rosa y Roberto, dos jóvenes que desde el primer
momento que se vieron, se enamoraron, pero por ideologías y distinciones de clases sociales, les fue imposible vivir su amor.
Rosa era hija de un rico hacendado, joven bella, de tez morena, cabello castaño, con ojos enormes de
color café, ‘encantaba’ a cualquiera que la veía. Era una chica delgada y alta, con una hermosa sonrisa que
expresaba simpatía. Sus labios gruesos y cejas pobladas destacaban de su cara; sus pómulos eran marcados, de fina nariz y enormes pestañas. Era inteligente, de finos modales, soñadora, de nobles sentimientos.
Roberto era humilde, alto de estatura, espalda ancha y brazos fuertes. De tez blanca, con algunas pecas;
cabello de color negro y quebradizo, ojos negros, de mirada profunda, pero igual expresaba ternura y bondad. Con labios delgados, nariz un tanto ancha; era un chico tímido y trabajador, de buen corazón.
Todos los domingos, la gente de los alrededores, asistía a la iglesia más cercana del poblado para
escuchar misa. Las personas más humildes hasta los hacendados acudían allí. Uno de esos domingos, por azares del destino, Rosa y Roberto tropezaron sin querer y cuentan que desde ese momento sus corazones se unieron.
Los domingos al salir del templo estos jóvenes intercambiaban miradas, pues por cuestiones de
posiciones sociales hablarse era casi imposible. Un día al terminar la celebración, el joven fingió chocar con Rosa y al momento de golpear el cuerpo de ésta, depositó una carta en el bolso de Rosa con la esperanza de que la leyera.
Al domingo siguiente, la joven pidió a su nana, entregar la respuesta a Roberto, sin que su padre se diera
cuenta. Durante los siguientes domingos los jóvenes intercambiaron cartas en las que expresaban lo que sentía el uno del otro. Pero esto no les era suficiente, por lo que en una de esas cartas, acordaron verse.
La joven le comentó que a espaldas de la hacienda de su padre, pasaba un callejón por el que sólo
transitaban jóvenes de otros poblados que venían a ver a las chicas del pueblo y verse allí no sería peligroso para ellos, ya que era poca la gente pasaba, además si alguien llegara a verlos, nadie los conocería.
En varias ocasiones se vieron y en cada encuentro se daban cuenta que estaban hechos el uno para el
otro; se amaban y de eso no había duda.
Pero un día todo cambió, la madre de la joven descubrió las cartas que Roberto le mandaba a su hija, su
madre al leerlas y enterarse de los encuentros, le contó todo a su marido. Ambos acordaron que no le dirían nada a Rosa pues no querían que se molestara con ellos, pero decidieron que mandarían asesinar al joven, porque no permitirían la relación de su hija con un joven de la clase como Roberto.
Rosa nunca sospechó nada, así que siguió acudiendo al callejón para encontrarse con Roberto. Iba todos
los días, pero él jamás volvió y pensó que la había dejado de amar. Fue tal su tristeza que cayó en profunda depresión, perdió el sentido por la vida, lo que provocó poco a poco su muerte.
Cuentan que ahora, cada vez que una persona pasa por ese callejón, siente una brisa fresca que viene
acompañada de una silueta que al final desaparece, y se dice que esta silueta pertenece a la joven, quien todavía acude al lugar con la esperanza de ver a Roberto…
