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Un Tepatitlense a ras del cielo

Fotos y texto por: Bernardette Gómez / Colectivo El Zaguán (@Nardygi)

29 de febrero de 2016.- Si yo practicara algún aparato de los que muestro en el documental sería el trapecio, porque estás arriba y puedes ver cómo es todo desde allá, pero sabes que en algún momento debes bajar.

Hace algunos años, el escenario de la Casa de la Cultura se convirtió en el espacio favorito de un tepatitlense para hacer teatro, declamar poesía y hasta presentar ópera. En ese mismo lugar se despidió de su generación, la primera, de la preparatoria del Colegio Morelos. Y fue justo ahí, donde regresó como director de cine, con su obra más importante hasta el momento: “A ras del cielo”, un documental mexicano por la tierra del director y del mundo porque trata un lenguaje universal.

Horacio Alcalá estudió Ciencias de la Comunicación, pero sabía que había algo más, y lo encontró al otro lado del mundo. Voló a Alemania a estudiar cine  (sin hablar alemán), “llegué y aprendí a tortazos. Necesitaba dinero y conseguí trabajo en el Circo del Sol”, relata, “serían ocho meses y fueron siete años, conocí mucha gente”, mezclarse tras bambalinas lo llevó a decidir que su Ópera Prima sería acerca de este espectáculo.

El ahora director, nació hace 35 años y creció en tierra tepatitlense, rodeado de 13 hermanos y amigos, algunos compartían el mismo gusto por el escenario. No cumplía su primera década y ya sabía lo que quería, “un día iba a la escuela y vi una fila de niños, y me formé. Era el casting para una película.

Regresé a casa y le dije a mi madre ‘no fui a clases’, no le dio mucha importancia. ‘Pero no iré en un mes, porque haré una película’, mi mamá me veía como pensando ‘¿te dieron tequila?”. Recuerda esa anécdota y aún se ríe de ella, porque efectivamente participó en un filme con Mario Almada. Se rodó en Tepatitlán y Guadalajara, así que por primera vez visitó la capital.

De alguna manera la brújula ya le apuntaba el camino.

– ¿Te imaginas haciendo otra cosa?

– Es que no sé hacer otra cosa. Cuando haces una cosa, haz sólo eso.

Darle la vuelta al mundo, no le quita lo tepatitlense

El día que el documental se estrenó en México (como parte del 29° Festival Internacional del Cine en Guadalajara), el director se transportó de la capital del estado a tu tierra natal. La charla en el camino, mezcló detalles de trabajo, aventuras en otros países, pero sobre todo, anécdotas con gente alteña.

“Ahora mismo soy lo que viví en mi niñez con mis amigos hasta los 19 años, me he nutrido de eso y es lo que llevo conmigo haya ido a donde haya ido. Lo que soy es lo que viví ahí. Crecí en el campo con mis padres y yendo a la escuela con gente que conocí de toda la vida, estábamos cuatro familiares en el mismo salón”, relata.

El día de la premier fui a entrevistar a un director de cine. Al encontrarlo, me reconoció, y se recordó como maestro de dibujo (efectivamente lo fue y de eso seguro ya pasaron unos 15 o 20 años). Rompió el hielo cuando presumió una amistad con mi hermano. Entonces ya estaba más cerca de su terruño.

Se definía nervioso, pero se notaba contento de regresar, pues hacía cuatro años que no visitaba su tierra. Un día antes de volar desde España se enteró de la presentación en Tepa, lo tomó por sorpresa, “esto no pasa todos los días”: un Festival, nominaciones, medios de comunicación, debutar ante la gente que lo vio crecer.

Tomamos la carretera, él conversaba. Me di cuenta que la entrevista se convertiría en una plática. Ahora entendí que darle la vuelta al mundo y mezclarse entre culturas sólo lo harían aprender y eso lo uniría a lo que de aquí se llevó.

Ochenta y siete minutos a ras del cielo

Ocho vidas contadas por sus protagonistas, once países siguiéndoles la pista, cinco lenguas para narrarlo, dos años buscando historias más cinco para el rodaje, siete naciones musicalizando. Unidos por una pasión: hacer circo.

El documental muestra la espontaneidad ligada a la dirección, la estética en las imágenes, la musicalización; elementos que se unieron a la vida cotidiana de quienes hacen circo a las que Horacio describe como “personas ordinarias que hacen cosas extraordinarias”, por ello el uso de luz natural en el 95% de las tomas porque “una mirada como la que ellos tienen, sólo se puede acompañar de luz natural”.

Y no es casualidad que el documental refleje la vida del director, “estas ocho historias, soy yo representado ocho veces”.

Estar al ras del cielo es simplemente tocarlo, la sensación de estar ahí, ver todo desde arriba; pero no le perteneces porque debes bajar en cualquier momento. Y si ya sabes cómo hacerlo, puedes volver ahí.

No hay mejor título para su obra y para definir a su creador.

Antes de llegar a México, su trabajo se exhibió en Madrid, Tesalónica y Palm Springs, ahí se reconoció con el Premio del Público.

Los primeros en presenciarlo fueron acróbatas en el Festival del Circo en Auch, en Francia, cuenta Horacio que “estaba nervioso, porque ellos saben más que yo de circo”. La premier oficial llegó a Turín, Italia, ahí se tiene el segundo Festival de Cine más importante, además, una de las historias se desarrolla en esa ciudad.

En Tepa

“Antes nos echábamos unas borracheras ahora les da pena preguntar”, se refirió a sus amigos que ocuparon parte del auditorio de la Casa de la Cultura. Él seguía siendo el mismo, bueno con unos cuantos kilómetros recorridos, abundante barba, ligero acento español y un exitoso filme; pero conservó su esencia.  Al concluir el documental el público aplaudió de pie. Entre familiares, amistades, medios de comunicación y otros curiosos se proyectó.

Reconoció Tepa, las calles, su colegio, su gente, su escenario.

Las salas se abarrotaron para ver su filme, el público lo felicitó. Su carrera despega, tiene claro a dónde va, pero también de dónde viene.

Ser parte del Festival Internacional del Cine en Guadalajara, sería la forma de mostrarle a México su trabajo; pero la premier en su tierra, fue la manera de regresar al lugar donde creció, ahora como director.

Su casa está en Madrid, pero su hogar en Tepa. Allá aprendió a hacer cine y de aquí lleva el contenido, porque nadie puede hacer lo que le apasiona sin darle un tinte personal y es precisamente lo que toca corazones y eso, convierte a una persona en artista.

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