Ocurra lo que ocurra el próximo domingo 6 de junio, ninguna de las dos grandes fuerzas políticas, representadas en coaliciones, saldrá contenta, por una sencilla razón: perseguían metas demasiado exigentes.
Para empezar Morena se puso una meta altísima: la mayoría calificada en la Cámara de Diputados Federales. Algo que ya no se ve desde las épocas de esplendor del viejo PRI y el salinato, y que por supuesto, en las urnas, no lo conseguirá.
Y la coalición PRI-PAN-PRD (pomposamente llamada Va por México) ni siquiera va a alcanzar el objetivo de la mayoría simple. En cualquier escenario estará rebasada por Morena y sus aliados del Partido del Trabajo y el Partido Verde (que en lugar de tener a un Tucán en su logotipo debería tener un camaleón).
¿Cómo van las proyecciones del 6 de junio? En el caso de Morena, no son tan malas. Pero repito, como se han puesto metas demasiado exigentes, el resultado tendría sabor amargo. Aunque si lo vemos con el enfoque de todos los problemas del régimen en los últimos tres años (mal manejo de la pandemia, crisis de violencia y estancamiento de la economía), los morenistas deberían ir a hacer una manda de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe.
Vayamos por partes. Para empezar, Morena tiene ventaja en nueve estados de quince donde se disputarán las gubernaturas. Si esto ocurre, pasará de gobernar actualmente a 4 millones de habitantes en las entidades, a 24 millones.
Visto de esa manera, la alianza del PRIAN no estaría cuajando, porque solamente tiene posibilidad en cinco estados y se trata de entidades que ya gobierna. Los números pueden moverse porque algunas contiendas se han ido cerrando, pero aún así Morena tendrá más gobiernos estatales.
En todo caso, a Movimiento Ciudadano, que va solo en todo el país, le estaría yendo muy bien, en contraste con lo que todos dicen, porque encabeza las preferencias, tanto en Nuevo León, como en los dos estados donde jamás ha perdido el PRI en su historia: Colima y Campeche. A esto se suman las posibles victorias para refrendar Guadalajara y Zapopan (donde el que se encumbra, por cierto, ya no es el alfarismo, sino otro nuevo grupo político emeceísta, como lo platicaremos en su momento).
Pero pasemos a lo que realmente importa que es la elección federal. Morena tendría incluso mejores números que en 2018, cuando alcanzó el 39 % de los votos para la Cámara de Diputados, ya que de acuerdo a la Poll of Polls de Oraculus (que promedia las encuestas más prestigiadas) está en un rango tope de hasta 43% en el mejor de los escenarios (38 % en el más bajo). El Verde y el PT aparecen con 5% cada uno. Otras encuestas como la de grupo Reforma, colocan a Morena con mejores números: 43 %.
Esto quiere decir que la Coalición “Juntos Hacemos Historia”, está rayando el 50 , 51 o hasta 52 %, con los tres partidos que la integran. Esto se traduciría en la mayoría absoluta, con la que puede aprobar cualquier reforma o creación de leyes y por supuesto, el presupuesto de egresos de la Federación.
Sin embargo no obtendrá la mayoría calificada (dos terceras partes), necesaria para modificar la constitución sin necesidad de negociar con ningún grupo parlamentario. Y ese, por ambicioso que se escuche, era su verdadero objetivo.
La coalición PRI-PAN-PRD anda más o menos en el 38% entre los tres. El tricolor con una recuperación increíble, ronda en 17%, seguido por el blanquiazul con 16 % y el Sol Azteca con 5%. Reforma pone al PRI con 20 % y al PAN con 18 %.
Con todo esto, según Oraculus, Morena (con 228) y sus aliados (49 el Verde y 45 el PT) sumarían 322 diputados (La mayoría calificada es de 345). Mientras que la Alianza Va por México, aparece con 160. En cambio Reforma, pone a la alianza pro-4T con un máximo de 311 y a la coalición con un tope de 197.
Los nuevos partidos (Encuentro Solidario , Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México) no alcanzarían ni un solo escaño y perderían el registro.
Aquí aparece entonces Movimiento Ciudadano con 18 posibles diputaciones federales, según Oraculus o con un máximo de 32 según Reforma. El partido naranja entonces tendría un papel interesante como posible fiel de la balanza, o lo que otros conocen coloquialmente como bancada bisagra.
Como podemos ver, se trata entonces de un resultado agridulce para ambas coaliciones. Ante las altas expectativas que todos tenían, ni la Alianza cuajó, pero tampoco Morena alcanzó sus ambiciones.
La alianza Va por México, integrada por los tres partidos históricos, no ha sido exitosa como se esperaba, porque los electores no son canicas que pones en una bolsa para pasarlas de dueño en dueño.
Hay muchas personas, que por más decepcionadas que estén de Morena, les pesa tener que votar por esos partidos que son culpables de la tragedia nacional (la anterior y la actual, porque el PRI y el PRD gestaron a AMLO y el PAN fue comparsa del tricolor en la era neoliberal). No supieron renovarse y presentaron -con algunas honrosas excepciones- a cartuchos quemados y rostros desprestigiados de hace 20 o 25 años.
Y Morena, tampoco tuvo el éxito que esperaba, porque en estos tres años el presidente recrudeció su discurso rijoso que espantó al sector empresarial, el cuál terminó declarándole la guerra. Además que Morena jamás se consolidó como partido, nunca pudo generar una estructura propia, sólida y formal, designó a candidatos impresentables como Félix Salgado Macedonio (que al final fue defenestrado) y dejó a muchos resentidos por las decisiones en lo oscurito y los dedazos disfrazados de encuesta. Tampoco gustó que Morena se haya convertido en varios estados en un receptáculo de los tránsfugas de los partidos rivales.
Esas son las proyecciones. Pase lo que pase, los líderes de coaliciones terminarán la jornada del 6 de junio rumiando desde las tripas. Con todo y su retórica triunfalista.