Julio Rios | @julio_rios
26 de noviembre de 2016.– El escritor más importante en la historia de Rumania, Norman Manea recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Alberto Manguel lo definió, al leer su semblanza como un escritor elegante y de humor perspicaz, que evita las etiquetas y los lugares comunes. Alguien que como sobreviviente de los campos de concentración nazi, ha escrito además, sobre los horrores del autoritarismo y el holocausto judío. «Si Manea es la encarnación del exilio, lo es en una multiplicidad de formas»
Manea siempre ha sido fiel a su lengua natal, de raíz latina, lo que lo hace sentir orgulloso. Por eso, al recibir el premio esta mañana leyó su discurso en rumano (que se habla no sólo en su país, sino en otros como Moldavia). Señaló que como única lengua latina en un gran territorio eslavo, la lengua rumana tuvo que enfrentar muchas presiones, pero resistió heroicamente a las tensiones.
“La mañana del 9 de octubre de 1941, después de que el Gran Monstruo de la cruz gamada había declarado la guerra, fui incluido entre los enemigos de la humanidad y expulsado, junto con la familia y los demás condenados del mismo origen, en el vagón de ganado que nos iba a llevar al otro lado del Stix, llamado Nistru, al apocalipsis. En el camino sin fin la masa de desesperados se lamentaba entre heces y oraciones –una primera y esencial lección sobre vida y horror. El campo fue un continuo ejercicio de deshumanización, humillaciones y salvajadas, donde reinaba la incertidumbre: no podías estar seguro de que en el próximo momento no se decidía el final del juego de la muerte”, relató sobre su experiencia de cuatro años en el infierno de Auschwitz.
“El regreso al lugar del que fuimos echados fue para mí una mágica resurrección; descubrí de nuevo la maravilla de la banalidad, la comida y el calor, la escuela, la amistad, los libros. Me sería difícil olvidar el día de 19 de julio de 1945, cuando cumplía la solemne edad de nueve años y recibí como regalo un libro de cuentos del gran cuentista rumano Ion Creanga. Fui hechizado al instante por la lengua de la ficción, tan diferente de la de la calle o de la ruidosa retórica política del momento y deseé con desesperación ser aceptado por la familia de los hacedores de libros y evasiones librescas”, relató emocionado.
Manea comenzó a escribir en 1966 en la revista Povestea Vorbb. Sus libros se han traducido a más de 20 idiomas. Entre sus galardones se encuentran el Premio Literario de la Asociación de Escritores de Bucarest (1979), el Premio Internacional Nonino, de Italia (2002), el Premio Holtzbrinck de la Academia Americana en Berlín (2005), el Premio Médicis Extranjero, de Francia (2006), el Premio Literario de la Fundación del Judaísmo Francés (2009). Sus trabajos contienen críticas sociopolíticas implícitas y abiertas.
“El destino me legitimó al fin y al cabo como escritor de la actualidad, entendida como exilio planetario, que viví por etapas en el exilio fascista de mi infancia, después en el exilio interior de la dictadura comunista y al final en el exilio global del libre mercado, con la doctrina mercantil de compraventa de cualquier cosa, en cualquier lado y en cualquier momento. En mi escritura se aliaron la experiencia biográfica de la exclusión y la opresión con la alegría libresca de la literatura, sobre todo la literatura de Europa Central y Europa del Este, como testimonio espiritual de primer rango de la vulnerabilidad, la melancolía y las ambigüedades de la existencia. Mi página tiene la cicatriz de los traumas pero también la firmeza de la resistencia a ellos”, apuntó.
Manea señaló que el mundo de hoy enfrenta no sólo las contradicciones de una modernidad rápida y rápidamente cambiante, sino también las nuevas contradicciones y los nuevos conflictos de la actualidad: la energía revanchista de Rusia, el desarrollo dinámico de China, las crecientes migraciones desde Oriente y África hacia Europa, la oscuridad belicosa y glacial de Corea del Norte e Irán, la rutina cada vez más rebatida de los principios democráticos en muchas partes del mundo incluidos los Estados Unidos.
“Necesitamos más que nunca lucidez y coraje, solidaridad y sabiduría. Y, me atrevo a decir, el consejo de la página escrita que inspiró en tiempos difíciles a nuestros antepasados”, explicó. Y luego lanzó la pregunta: “¿Dónde podemos encontrar el lugar de la cultura y la literatura bajo el asalto de la vulgaridad, el comercialismo y las maniobras políticas del mundo contemporáneo?”.
Una respuesta, es tener más y más acontecimientos como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, consideró el rumano: “Creo que nuestro encuentro espiritual de hoy honra la heroica fidelidad a los valores de la lectura como el más duradero amigo de los solitarios del mundo, un apoyo fiel en tiempos difíciles, una fuente de energía y coraje, de vitalidad intelectual y pura y simplemente de vitalidad”
Manea aplaudió “la energía y la jovialidad latina, la fidelidad a los altos valores del humanismo”. Dejó patente su admiración por la literatura mexicana, por Octavio Paz y por el pueblo de México. Sobre todo, por la tenacidad de las mexicanos: “tantas veces puesta a prueba por agresiones de todo tipo en contra de la paz y el progreso del país”.
Dicho eso, su febril discurso, debía concluir con un abrazo a esta nación y así fue: “México, aunque geográficamente lejano del enclave de mi evolución, es un vecino espiritual cercano a mi corazón”.
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