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Se fueron con la tristeza de un Temaca en vilo | CRÓNICA

Eduardo Castellanos | @edcastellanos | 9 de enero de 2017

Tenía el cabello blanco y los ojos pequeños, siempre una sonrisa sincera y palabras para propios y extraños. A pesar de la avanzada edad, poseía una memoria de quinceañera. Disfrutaba recitar poemas sobre el “Cristo de la Peñita”. Vivía a pocos metros de la entrada principal de uno de los balnearios de aguas termales en Temacapulín, Jalisco.

El 7 de noviembre del 2015, a los 94 años de edad, murió Maximiliana Torres Gómez. A ella le gustaba ver pasar a los bañistas, con algunos platicaba. La artritis, que casi le deformó las manos, nunca le amargó el espíritu. Tampoco la sonrisa para los visitantes. 

Maximiliana es una de las 38 personas que según las actas de defunción en el registro civil de la delegación perteneciente al municipio de Cañadas de Obregón, han fallecido desde el 2006, un año después desde que las autoridades estatales y federales anunciaron la intención de construir la presa El Zapotillo, un embalse que podría desaparecer a Temacapulín y otras dos comunidades: Acasico y Palmarejo. 

Andrea López Torres, es hija de Maximiliana. Para ella, su madre era una hermosa persona que platicaba con todo el mundo, que recitaba poemas de memoria, que sus hijos nunca aprendieron. Andrea sufre porque su mamá partió al otro mundo con la preocupación de la amenaza que representa la Presa El Zapotillo. 

Parada desde la puerta de la casa de sus padres Andrea da instrucciones a su nieto Daniel, quien llegó al pueblo procedente de California para pasar las fiestas decembrinas con sus abuelos. 

“Dany dile a tu abuelita que la queremos mucho. Porque ella te oye. Dile que le llevas a tu abuelito. Le limpias la tumba”, dice Andrea a su nieto que se dirige al panteón local.

Temaca es un pueblo sin pavimento. Sus calles empedradas mantienen fresco el ambiente en verano. Por una calle de piedra, luego por un limpísimo andador que llega hasta el panteón de la comunidad, Daniel lleva a su bisabuelo en una silla de ruedas. Visitan y limpian la tumba de la bisabuela Maximiliana. 

Para Daniel, el pueblo que visita por lo menos cada seis meses es su familia, sus amistades, sus orígenes, el lugar donde nacieron y crecieron sus seres queridos. Argumenta mientras limpia la última morada de la bisabuela. A un costado, meditabundo, con un sombrero oscuro que le cubre del sol, una camisa a cuadros y pantalón azul, está Genaro, esposo de Maximiliana. 

“Mi bisabuelo ya tiene muchos años. Aquí es su vida, su casa, su hogar, aquí tiene todo; está la tumba de su esposa. Temaca es todo para él (…) A mi bisabuela la recuerdo muy alegre, tenía amistad con mucha gente, la querían mucho. Si algo malo le pasaba, no lo manifestaba. Le gustaba ver pasar a la gente que iba al balneario. Le decía a todo el que se acercaba, que rezara por Temaca”, relata.

El 7 de noviembre del 2015 la gente no rezó por Temacapulín. Rezó por Maximiliana, por su eterno descanso; al igual que han rezado por las demás personas que fallecieron desde que la angustia llegó al pueblo a mellar la vida de sus habitantes. 

Don Genaro Foto: Kiosco Informativo 

Ni muertos los dejan en paz

Aves de rapiña sobrevuelan Talicoyunque, un predio al que el gobierno del estado decidió llamar “Nuevo Temacapulín”. Los pájaros negros vuelan sobre tinacos oscuros como ellos, extienden sus alas arriba de las casas pintadas del mismo color.

El terreno con poco más de treinta casas, calles pavimentadas y menos de diez familias habitándolo, no cuenta ni con una escuela. El nuevo poblado, que parece más bien una colonia urbana de interés social, es resguardado por guardias de seguridad privada en los que se ha invertido una millonaria cantidad. 

En diciembre del 2011 una resolución del Tribunal Administrativo del Estado (TAE) declaró nulo el predio que está registrado por la Comisión Estatal del Agua (CEA) y en el que se construiría este remedo de lo que es un pueblo auténtico. La defensa de Temacapulín desconoce, la situación jurídica actual de Talicoyunque. 

El proyecto del nuevo centro poblacional albergará un cementerio a donde, según dijeron las autoridades, llevarían los restos de los difuntos del pueblo, entre los que se encuentran los que fallecieron en los últimos diez años. 

“Don Martiniano Mejía y señora; Antonia; Pascual y si te sigo contando, pues hay infinidad de gente”, cuenta Juan José Hernández, quien enumera los difuntos que recuerda, mientras llena el refrigerador con refrescos en su lonchería, el único lugar que permanece abierto durante las fiestas decembrinas. 

“Hay otras personas que actualmente están enfermas a consecuencia de eso mismo, del apuro. Se preguntan a ¿dónde van a ir? Ya son de la tercera edad ¿A dónde los van a mandar?”, cuestiona.

Juan José nació en Temaca, al igual que su esposa y sus dos hijos. Ha sido uno de los más aguerridos luchadores contra el proyecto. Dice que defiende el modo de vida y la hermosura del pueblo. 

Es la época en que la lonchería empieza a surtirse con latas de cerveza Tecate light. Es tiempo de  esperar la llegada de los hijos ausentes, que en su mayoría vendrán procedentes de Monterrey, Nuevo León. Arribarán los primeros días de enero para celebrar las fiestas patronales en honor de la Virgen de los Remedios.

Mientras entrega mil pesos en cervezas para unos visitantes del vecino poblado de Mexticacán, Juan José cuenta que en los últimos años han llegado más pobladores a Temaca. Lo atribuye a la instalación reciente de granjas porcícolas y avícolas que instalaron empresarios del vecino Tepatitlán. 

Aunque durante algunas horas de la mañana el pueblo es apacible, cuando empieza a caer el sol, una camioneta que transporta trabajadores de la comunidad, llega a dejar a los empleados que comienzan a dar vida a la plaza del poblado. 

Juan José dice que el proyecto del Zapotillo terminará en nada, porque ellos están ahí y en el mismo lugar estarán toda la vida. Porque cree que los que defienden al pueblo tienen la razón. Sostienen que están a favor de que las obras se hagan, pero sin perjudicar a nadie. 

Entrada principal al Cementerio de Temacapulín Foto: Kiosco Informativo

La tienda que se volvió centro de comunicación

Frente a la plaza del pueblo, detrás del busto de un prócer de la Patria al que le tumbaron la nariz, está la casa de las hermanas Carbajal. Un viejo caserón de techo alto, con cuatro entradas. Tiene un local comercial que por casi treinta años ha sido también la caseta telefónica del pueblo. Cuenta con varios aparatos para llamar. Alguna vez también fue oficina de correos. 

En el lugar hay dulces, marcos de madera, juguetes, estampas, playeras con el nombre del pueblo, salsas elaboradas con chile local, posters con imágenes religiosas, fotografías de festividades cívicas y culturales, estanterías antiguas como de película del cine mexicano de la época de oro; recortes de periódicos, páginas completas de revistas pegadas en el mostrador, artículos y columnas de la Gaceta Semanal de la Diócesis de San Juan de los Lagos, en casi todas, notas informativas sobre Temaca. Entre ese pequeño museo está María del Consuelo Carbajal, sentada frente a un molcajete, ella también recuerda algunos nombres y caras de los difuntos de los últimos diez años y los problemas de salud que ahora los aqueja. 

“Asunción García, Nerea Jiménez, Guadalupe Gutiérrez, Juanita Reyes, Francisco Álvarez, Pascual, mi primo Víctor Carbajal, Juan Pérez y muchos otros se han ido con la tristeza. Muchos se han enfermado o ya estaban enfermos y con la problemática se agravaron más, porque si antes no estábamos tan enfermos, ahora nos aqueja el azúcar, la presión y otras enfermedades”, detalla la señora Consuelo.

El día que ella se enteró que algunos pobladores habían vendido sus propiedades al gobierno, tuvo una crisis nerviosa que le impidió caminar por algún tiempo. Sufrió una abrupta subida en la glucosa y desde entonces su salud se ha visto afectada. Durante mucho tiempo creyó imposible la falta de sensibilidad de la clase gobernante. 

“Yo al principio se me hacía una cosa imposible que la gente que gobierna no tenga sentimientos. Yo decía: ¿Cómo desbaratar un pueblo que los antiguos, los que lo formaron con tanto sacrificio lo vayan a destruir nomás por una idea? Porque el agua la pueden agarrar de más cerca, hacer su presa más cerca (de León, Guanajuato) y no desde acá empobreciendo a tanto campesino”, reclama.

La casa tiene la fachada pintada de blanco y un árbol gigante que vigila la entrada. Las imágenes y recortes sobrepuestos el interior de la tienda-caseta telefónica de las hermanas Carbajal tienen una función en el local. 

“Son para que la gente vea, porque aquí viene mucha gente a lo de las albercas y a ver al señor de la Peñita, a la Virgen de los Remedios que también es muy milagrosa, entonces esos periódicos son para que vea la gente. Cuando vienen y los ven nos preguntan ¿En que los podemos ayudar?, pues ¡recen! les decimos”. 

¡Rezar!, eso fue lo que según María del Consuelo, alguna vez les sugirió Maribel Alfeiran, esposa del ex titular de la Comisión Estatal del Agua (CEA), César Coll Carabias. Fue en la época que inició el hostigamiento contra los pobladores de Temaca, Acasico y Palmarejo.

“Cuando vino la esposa de César Coll nos dijo: pues recen porque la cosa está muy fuerte. Ella venia acompañando a su esposo y a otras personas. En aquella ocasión nos citaron a todos a una reunión abajo del hotel Temaca. Nos hicieron firmar según ellos de asistencia, pero luego, ellos llegaron con el gobernador y le dijeron que estábamos de acuerdo en que hicieran la presa. También fueron a Derechos Humanos a decirles que todos estábamos de acuerdo. Nos dimos cuenta de que eso fueron a decir y nosotros fuimos a Derechos Humanos a decir que eso no era cierto, que nos engañaron, porque era según eso una lista de asistencia. Entonces de ahí ya empezó la lucha más fuerte”, comenta.

Tiempo después de iniciada la lucha, algunos pobladores organizaron un comité denominado “Salvemos Temacapulín”. Cada semana, o cada quince días realizan asambleas en donde el vocero de la agrupación, el sacerdote Gabriel Espinoza, les informa sobre los avances o retrocesos de su lucha. 

Durante algunas semanas María del Consuelo, no pudo asistir a las asambleas. Una serie de mareos atribuidos a la alta presión arterial, se lo impidió.

“No podía caminar, me caía. De por sí está uno nervioso y luego con estas cosas uno se descompone. Yo espero en que Dios haga justicia porque eso no es necesidad, si fuera necesidad pos ni modo, pero León tiene más agua que Jalisco, entonces pueden hacer su presa más cerquita sin perjudicar a tanta persona. Es mucho gasto que están haciendo y luego empobreciendo más la región (de Los Altos). Ya nos tienen a todos enfermos en el pueblo. Nosotros sí hemos resistido, pero hay personas que ya no resistieron”, reflexiona Consuelo.

 

Doña María del Consuelo Carbajal Foto: Kiosco Informativo

Entre los que ya no soportaron están Antonia González, Luis Torres, Martiniano Mejía y su esposa María de Jesús González. Son sólo algunos de los que recuerda María Abigail Agredano, ahora presidenta del comité “Salvemos Temaca”. 

“No recuerdo otros ahorita, pero han sido varios ancianos los que se han ido a causa de eso. Martiano fue de los afectados. Al igual que otros. Desgraciadamente lo que es un proyecto de muerte para los mayores del pueblo, para los gobernantes es de dinero”,  indica.

Martiniano Mejía era un hombre mayor de piel morena y manos grandes igual que su estatura. Todos los días salía a tomar el sol mientras cuidaba a su esposa que sufría Alzheimer. Se sentaban en una de las aceras de la entrada principal a la Basílica del pueblo. 

“Hubo un año en que se incrementó el número de defunciones. Había mucho hostigamiento de parte del gobierno. Hacían desfile de policías de patrullas por todo el pueblo. Los niños y los ancianos lloraban. Venían los policías bien armados con sus rifles. ¡Es terrible! Sobre todo para la gente mayor, los más grandes empezaron a pensar en qué iban a hacer, a dónde iban a ir, qué iban a comer. Caían en depresión y se iban. Creemos que se han incrementado los decesos a causa de eso”, relata Abigail. 

Abigail es una mujer que ronda los sesenta años, es fuerte. Una cirugía en la rodilla la hace llevar bastón. Cuando era joven practicaba el voleibol, a eso le atribuye sus problemas de rodillas. A pesar de sólo haber concluido la escuela primaria conversa como universitaria. Diferentes organizaciones la han orientado a ella y más personas en la comunidad para estar mejor preparados y organizados. 

En Temacapulín se cultiva maíz, frijol, chile Yahualica, camote, verduras, acelgas, calabazas y cacahuate. En contraste, Talicoyunque es un lugar seco, pedregoso en el que poco se podría sembrar.  

“Yo no tengo más que primaria. Tenemos que prepararnos un poco. Hemos aprendido muchísimo sobre todo en esto, porque además de la asesoría, vienen a darnos muchos talleres que han enriquecido nuestro conocimiento; todo eso nos ha ayudado a crecer y a aprender a tocar puertas en un lugar y en otro. Las diferentes ONGS nos dan talleres, hay psicólogos que vienen a impartir algunos, vienen personas de diferentes grupos. Los psicólogos nos dieron una taller de producción alimentaria, sobre como envasar frutas, otros de política, de todo lo que necesitemos ellos nos dan las pláticas”, asegura.

Unos han muerto, otros envejecen a la par de la lucha para salvar Temaca Foto: Eduardo Castellanos

Once años de incertidumbre

Abigail lleva once años en la zozobra. Dice que es duro vivir con la angustia de no saber qué pasará con el pueblo. Que los pobladores ya no quieren invertir porque no saben lo que va a suceder al final. Que a pesar de tener mucha fe y confianza en que van a ganar, la duda existe. Incluso hay algunos en el pueblo que no están muy convencidos de que saldrán victoriosos.

“Eso es triste, no poder hacer lo que tú quieres, poder llevar la vida como uno quiere. No se puede”, lamenta. 

Zenaida Sánchez Lomelí, tiene más de noventa años y actualmente es una de las personas más longevas en el poblado. Es madre de Abigail. Su familia tiene dos albercas privadas con aguas termales; desde hace mucho tiempo presta el servicio a los bañistas. 

Es alegre, la sonrisa la delata. Tiene muchas historias que le gusta contar, como aquella cuando un día llegaron los cristeros hasta la puerta de la casa de su abuela, quien los corrió a palos por creerlos del otro bando (federal). En la conversación, sin preguntarle sobre el tema, recuerda que ya no hay luchas armadas, pero que sigue la angustia de otro tipo de luchas. Guarda la esperanza de que el Río Verde ya no dé para llenar un embalse. 

“Quisiera que ya no haya revolución, pero ya que más revolución con la pena que nos carga acá con la presa. Para mi esa presa significa que nos van a ahogar, porque estamos muy abajo. ¿Pero con qué la llenan si el río ya no crece? Antes el río era una cosa chula. Hubo años en que el agua se metía hasta la entrada del pueblo y ahora ya no es como antes”, recuerda.

 

Al panteón de Temacapulín han ido llegando nuevos huespedes que fallecieron ante las preocupaciones Fotos: Eduardo Castellanos, Kiosco Informativo

Ánimos a los adultos mayores

“Don Cruz, Doña Inés, Nerea, Doña Toña, ellas se fueron con esa tristeza”, exclama María Hortensia González Vizcaíno, quien dice no temerle a la presa. Lleva 39 años viviendo en Temaca. Es originaria de Cihuatlán, Jalisco. Su esposo nació en Temacapulín, sus cinco hijos también. Hortensia ha sido una luchadora constante en la defensa del pueblo, alguna vez encaró a un gobernador, siendo la voz de los ancianos vivos y muertos. 

“Yo le dije al gobernador: de las personas que se han muerto ¿se va dar cuenta de ellos?, porque las personas que se fueron con esa preocupación, todos los ancianitos de tanto y tanto que vienen a hostigar se han muerto muchos de tristeza. Yo siempre he estado con los ancianitos, porque a mí me gusta la forma en como ellos platican, dan consejos. Yo trato de animarlos, el otro día una señora me preguntaba: ¿Oye Hortensia tu qué ves de la presa? Le dije: no se crea oiga, más bien quieren que nos salgamos para ellos agarrar todas las riquezas de aquí ¡no se apure!”, exclama. 

La Peñita, lugar dónde se encuentra la imagen venerada del Cristo. Desde ahí se ve todo Temaca Foto: Eduardo Castellanos

La fe como recurso

Temaca cuenta con uno de los templos más antiguos de la región. La basílica que data de 1759 está dedicada a la Virgen de los Remedios, a quien los habitantes del pueblo han encomendado el terruño, al igual que al Señor de la Peñita, una imagen formada en uno de los riscos con más altitud en el poblado. 

Hortensia siempre se muestra optimista, da ánimos no sólo a los adultos mayores, también a su esposo, quien en ocasiones pierde la esperanza. Ella tiene la fe puesta en el Cristo de la Peñita y en la “patrona del pueblo”.

“Han hecho un despapaye, aunque digan que van a traer buques o lanchas para que no nos ahoguemos, nosotros a la fecha vamos a vivir aquí. Mi esposo dice: si llegan a inundar aquí a la Virgen de los Remedios y le van a quitar su casa, pues que también me la quiten a mí. Yo le digo: ¡No te apures Chuy! Si nos inundan ponemos una hamaca debajo de un árbol y nos mecemos. Sí nos llega el agua nos vamos haciendo para atrás, para atrás, para atrás hasta que lleguemos con el Cristo de la Peñita”. 

Figura del Cristo de la Peñita Foto: Kiosco Informativo

 

Registro de los que partieron

“Martiniano Mejía, María de la Luz González, Antonia Gutiérrez, Guadalupe Gutiérrez, Marín Gutiérrez, Mercedes Martínez.  Hay muchos más que estaban en la lucha, que eran de los que le entraban a esta resistencia y han fallecido desde que inició el conflicto”, recuerda Imelda Limón Aramburo, secretaria de la Delegación, ella lleva el registro de las defunciones. 

Después del primer año de anunciado el proyecto El Zapotillo, en el 2006, en los registros del pueblo aparecen los nombres de siete personas muertas; en el 2007, dos; en 2008, cuatro; en el 2009, dos; en 2010 fueron seis; durante el 2011 sólo uno; en el 2012, cuatro; en el 2014, seis; en 2015, otro par y en el 2016 sólo se registro una defunción. 

Imelda también se dice entusiasta defensora de su pueblo. Tiene dos hijos pequeños que nacieron en Temaca, igual que ella y su esposo. 

“Yo también estoy en la lucha, soy una de las personas que no quisiera que se llegara a realizar esa obra, porque si nos afecta a todos en varios aspectos, sobre todo yo que tengo a mi familia chiquita, pues no me gustaría que nos fuéramos a otra parte, porque aquí mis hijos viven libres”, señala.

Pascual Carbajal era dueño de un billar ubicado frente a la Delegación. Fue un ferviente defensor de su pueblo, también murió hace un par de años. Antes de fallecer, sus hermanas lo llevaron a pasar con ellas sus últimos días a San Juan Cosalá, Jalisco, en donde murió, llevándose la preocupación del Zapotillo a la tumba, por eso, su nombre no está incluido en las actas de defunción del registro civil de Temaca.

Galería 

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