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Chon Barba, en las Fiestas de Abril al lomo de su caballo Foto: Eduardo Castellanos

El tordillo cabalgó al cielo | CRÓNICA

Julio Ríos | @julio_rios | 03 de junio de 2017

Tordillo. Así se le conoce en el ambiente campirano al caballo, cuyo pelaje combina pelo negro y blanco, casi como la plata. Como si fuera canoso. Cuando cabalga un tordillo, pareciera como si un viejo jamelgo tuviera el vigor de un corcel joven.

Cuando “Chon” Barba abrió su cuenta de correo electrónico -un avance tecnológico que pareciera ajeno para un hombre de campo-,  eligió precisamente ese apodo. Su cuenta era: chonbarba_tordillo@yahoo.com.mx

De esa cuenta de correo electrónico recibí en 2006, un mensaje que llamó mi atención. Hablaba sobre la creación de una escuela de charrería para niñas y niños.

La idea era simple y al mismo tiempo innovadora: un lugar, en el que sin importar clase social, cualquiera podría aprender el deporte mexicano por excelencia. Un deporte que frecuentemente es asociado con quienes tienen poder adquisitivo. Pero “Chon”, tenía un sueño: democratizar la charrería.

El tordillo, estaba haciendo de las suyas.

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Ernesto Asunción Barba Venegas. Si uno escucha ese nombre, quizá no se sabe a quien se están refiriendo. Pero si alguien dice en Tepatitlán “Chon” Barba, inmediatamente, se identifica a aquella figura enflaquecida y  mirada triste. Era como un quijote.

“Chon” Barba se movía de aquí, para allá, para conseguir patrocinios para sus niños. Iba a la Canaco, a la empresa embotelladora de un conocido refresco de cola, o a las tiendas de celulares. Cualquier donativo en efectivo o en especie era bienvenido para su causa. Siempre estaba activo. Parecía un tordillo. Un viejo con vigor de un joven.

A su escuela la bautizó con el nombre. “Herminio Barba Barba”. Ahí, los niños sin importar su edad, aprendían las suertes charras: el floreo de soga, las manganas, los piales y el “paso de la muerte”.

Era itinerante su escuela. No había lugar fijo para que entrenaran. A veces lo hacían en la Plaza Hidalgo. En otras ocasiones en la finca que tenía en la avenida González Gallo, casi esquina con General Anaya. Ahí guardaba caballos y había improvisado una oficina para su proyecto.

“Somos pobres y no tenemos caballo, don Chon. No podemos entrenar”, recuerdo que alguna vez le dijo uno de los chiquitines que acudían a su escuela.  Nuestro personaje de figura corriosa lo tomó del hombro y de forma paternal, le dijo: “Usté no se apure mijo. Aquí hay caballo pa todos”.

Tampoco se me olvida lo que pasó minutos después. Cuando por primera vez se subió al animal, a aquel chiquillo los ojos le brillaron como dos estrellitas.

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El 22 de diciembre de 2006, se realizó la primera gran posada de la Escuela de Charrería “Herminio Barba Barba.” Para su evento,  el hábil e incansable “Chon” gestionó ante las autoridades municipales y consiguió el Auditorio Hidalgo . Invitó a los amables patrocinadores y a los funcionarios del gabinete de la entonces presidenta Susana Jaime Mercado.

Y también invitó a los periodistas de la ciudad. Y es que si algo logró el famoso promotor de la charrería infantil fue una buena relación con la prensa. A golpes de insistencia y visitas en las oficinas de los medios de comunicación dobló a los más duros jefes de información y directores comerciales para convencerlos de algo que pocos logran: publicarle gratis sus eventos.

Lo primero que vi cuando entré al auditorio, fue en el escenario a alrededor de 30 niños, con sombrero, camisita blanca y pantalón oscuro.

Sus figuritas eran rodeadas por sogas que serpenteaban. Algunos, lo hacían con maestría. Otros enredaban la cuerda en sus botitas. Pero lo que importaba era soñar en ser un gran maestro charro, mientras sus madres, con los ojos enternecidos aplaudían emocionadas, sentadas en sillas de plástico de una conocida empresa refresquera.

Eso, mientras en el auditorio sonaban «Las Alteñitas».

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Tanto fue el éxito de aquella exhibición, que el número de alumnos creció. “Chon” llegó a tener hasta cien pupilos. Y ya después no iban sólo niños, sino hasta jóvenes de prepa a quienes les prestaba sus caballos. No faltaron los más abusados que hasta sacaban los corceles a las calles de la ciudad para pasear a las muchachas.

Pero aunque hiciera corajes, al no ser una persona rencorosa, «Chon» pronto olvidaba las ocurrencias y pasadas unas semanas, les volvía a prestar los ejemplares. Los muchachos sacaban de nuevo al animal y el círculo se repetía, una y otra vez. Travesura-perdón-travesura-perdón-travesura.

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De Izquierda a Derecha, Don Chon Barba, Veva Venegas, la periodista Yolanda Zamora, el ex alcalde Miguel Franco Barba.

“Chon” logró que el ayuntamiento le cediera un espacio especial en la Unidad Deportiva Miguel Hidalgo, para instalar definitivamente su escuela. Ahí colocó tambos de lámina con una agarradera, que simulaban ser caballos y estructuras de acero para facilitar otras suertes. Sinceramente nunca supe para que servían. Pero eso sí. Había suficiente espacio para practicar el floreo.

En 2007, sus alumnos realizaron más de 50 exhibiciones. El 17 de julio de aquel año se presentaron incluso  en el Trompo Mágico, en Zapopan, en la celebración del Día del Padre. En el Desfile de Juglarías de la Prepa Tepa, «Chon» y sus alumnos eran habituales invitados.

Tanto creció su proyecto, que pronto se extendió a otros municipios, donde daba clases una o dos veces por semana.  Acatic, Cañadas de Obregón, San Miguel el Alto y Zapotlanejo, cayeron en el hechizo de «Chon».

Llegó a organizar torneos entre escuelas infantiles de el Estado. El más grande se efectuó en diciembre de 2008, en el lienzo Charro “San Gabriel”, en Zapopan, en el que compitieron más de 20 equipos de niños de todo Jalisco y hubo exhibición de niñas escaramuzas. Ahí, “Chon”, emocionado anunció su próximo objetivo: la Unión Americana. Había hablado ya con funcionarios del consulado, y según relató, vieron el proyecto con buenos ojos.

En 2009, extendió las actividades de la escuela, a la promoción de la artesanía relacionada con este deporte. El 19 de abril de 2009, inauguró una exposición que presumió como “única en el mundo”. Se presentaron al público cien caballos esculpidos por el maestro Rogelio Cabeza de Vaca.

Su proyecto enamoró a  la periodista Yolanda Zamora, la más importante comunicadora cultural de todo Jalisco, y conocida por su programa “A las nueve con Usted” del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión. La conductora lo invitaba constantemente a la cabina de radio y ella además, acudía a Tepatitlán para participar en los eventos de “Chon”. Se hizo una asidua visitante a Tepatitlán.

Vinieron también los reconocimientos. El ayuntamiento de Zapopan le entregó el premio “El Chamán del Maíz”. Y en su tierra, fue profeta: el presidente municipal de Tepatitlán, Miguel Franco Barba, le entregó un reconocimiento por su promoción de la charrería entre las nuevas generaciones.

Al salir del salón de cabildo él y los funcionarios, junto a la periodista Yolanda Zamora y reporteros locales, se fueron a celebrar al Restaurant Cristeros.

Aquella tarde comieron borrego al pastor. Y brindaron con tequila.

“Chon” había llegado a la cima.

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No sé cuando le perdí la pista. El destino me llevó por otros senderos. Durante varios años ya no supe de él. Me enteré que se había ido a vivir a Estados Unidos. Al menos eso me dijeron.

El pasado 30 de mayo de 2017, “Chon” falleció.

Nunca supe qué pasó con su escuela. Sí logró cristalizar su proyecto conjunto con el consulado. Y sí el terreno de la Unidad Deportiva se usa ahora para otra disciplina, aunque aún permanecen ahí los potros de aluminio. Algo oxidados. Pero siguen.

Alguna vez, pasé por la calle González Gallo, donde estaban las oficinas de su escuela. La finca, aún tenía troncos y madera en la fachada. En la parte superior, una bandera de México. Ya estaba un poco percudida. No había viento que la moviera. Seguía flanqueada por dos caballitos de hojas de lámina de un tono blancuzco que asemeja a las canas.

Esos caballitos de hojas de lamina, cuyo fondo era el cielo azul, parecían tordillos. Igual que “Chon”.

El así era como un tordillo.

«Chon» es un tordillo.

Y el tordillo cabalgó al cielo….

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