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Nacidos para correr de Christopher McDougall

Enrique Espejo Águila | @esagui | 15 de junio del 2017

Eres el gobierno en curso. Formas parte del partido político que lleva más de 40 años en el poder, ese que está a mitad de camino de convertirse en lo que Vargas Llosa llamará en el futuro “La dictadura perfecta”. Un gobierno que ha “aplacado” a los “revoltosos” estudiantes para así tener en paz los primeros Juegos Olímpicos en el país y, como siempre se necesitas más prestigio, ordenas traer de La Sierra Tarahumara a unos míticos corredores para meterlos en la competencia del maratón, la prueba por excelencia, y así obtener los reflectores del mundo.

Nadie le recordó al gobierno que ese pueblo ya había participado en una competencia similar sin buenos resultados pues poco después de los 42 km los Rarámuris apenas están calentando motores para, entonces sí, apuntar a la verdadera competencia: distancias espectaculares como los 270 Km sin detenerse y hacer recorridos de 700 Km en pocos días.

Pero ese no fue la primera ocasión en que participaron en Olimpiadas el pueblo Rarámuri: para las Olimpiadas de 1928 en Ámsterdam, Países Bajos, tras los estragos ocasionados por la Revolución Mexicana el Comité Olímpico Mexicano decidió buscar a como diera lugar una presea, y acudieron a una tribu excluida de la sociedad en las montañas de Chihuahua; los Tarahumaras.

Conocidos también como los Rarámuris, término que se puede traducir como “pies ligeros” o “el que bien camina”, tenían una impresionante tradición de correr distancias apabullantes sin inmutarse e, inclusive, se dice que mataban a venados de cansancio. Se volvieron los indicados para esas Olimpiadas, por desgracia no salió del todo bien.

El primer fallo se presentó porque los Rarámuri acostumbraban a correr descalzos y las reglas de los juegos exigían se corriera con calzado deportivo, lo que hizo totalmente incomoda la participación de los Tarahumaras.

El más grande fallo se presentó al intentar explicarles que la carrera había terminado apenas sobrepasando los 42 Km. Exclamaban “¡Muy corto! ¡Muy corto!” a los oficiales que les pedían se retiraran de la pista, impidiéndoles seguir corriendo.
Para los Rarámuri correr rápido es irrelevante, lo importante es correr mucho.

Inclusive, para 1920 la comunidad Tarahumara ya habían recibido una invitación por parte del gobierno de Kansas para participar en una prueba de maratón. La cual fue “rechazada” bajo el argumento “solamente mandarían mujeres pues ningún hombre digno de decirse tal, correría tan poquito”.

Para el pueblo Rarámuri el tiempo no importa, la distancia menos. No les interesa correr rápido, solo seguir corriendo.

Si para estas alturas del texto no logreé capturar su atención, ni seducir su curiosidad, son libres de dejar la lectura. Lo que viene es aún más fascinante, pero tiene un remate un tanto desolador.

Christopher McDougall, es un gringo periodista más, pero vivió una legendaria carrera que se quedó incrustada en él para siempre. Sin embargo, para llegar a ese gran momento es necesario dar el primer paso; un paso errado, una lesión que, según los mejores médicos a su alcance, le impedirían volver a correr. Plagado de curiosidad, y un destello de suerte, se fue internando en el oscuro mundo mexicano, donde, muy en el fondo, sin ser vistos, viven los mejores corredores de largas distancias del mundo. Personajes de los que apenas sabía nada y de los cuales fue aprendiendo mucho.

Lo que pudo haber quedado como la perfecta anécdota en algún bar, rodeado de gringos locos y muchas cervezas, terminó siendo uno de los Best-Seller que más aprecio, y eso que detesto ese tipo de libros.
Fue necesaria la participación de un montón de personas, lo deja claro el autor al final de la obra, pero la esencia es la misma; una historia central de como todo desembocó en la carrera más épica de todos los tiempos, con sus respectivas ramificaciones para dar contexto y ayuda a eso que es probablemente una de las mejores formas de vida en el planeta, y que no requiere mucha ciencia; solo consiste en salir, correr y disfrutarlo.

El libro es de narrativa sencilla. Como intenté explicarlo en las líneas pasadas; se mantiene fiel a contar una historia lo más simple posible ¡y lo logra! Aquellas personas interesadas en una buena aventura lo encontrarán agradable, quienes busquen aprender un poco sobre los Rarámuris podrán encontrarlo muy interesante, pero, aquellos que disfrutan de correr o apenas están dando sus primeras zancadas lo encontrarán alucinante.

La lectura es increíble, la empatía que genera en aquellos que compartimos ese deporte pocas veces la había sentido. Y es que, compararme sería imposible; la mayor distancia que he corrido ha sido un maratón, y vaya que lo sufrí. Sin embargo, durante esas poco más de cuatro horas, las diferentes sensaciones y pensamientos que invadieron mi mente fueron repasados por esas páginas. Mejor aún, desde hace tres años soy asiduo participante de carreras a lo largo del bosque. Luchando con los senderos hechos por nosotros mismos contra la naturaleza, los lugares estrechos y las magníficas vistas que se presentan al final de alguna curva. Esos míseros 10 Km no son nada comparado con las 50-100 millas que ellos son capaces de realizar, sin embargo, ¡me lleno de emoción, quiero salir de nuevo al bosque, revisar lo aprendido y sentir… sentir… ¡sentir esa alegría, las endorfinas corriendo por mi cuerpo, callar mi mente por una hora, vivir y sonreír!

El domingo 11 de este mes fue la primera carrera de una tercia de Trails organizadas en el bosque de la primavera, en Guadalajara. En lo más alto de la ruta (180 mts en relación al arranque), con el corazón a un 80% y los pulmones clamando por más oxígeno, recordé una de las explicaciones de porque nos volvimos tan lentos, tan faltos de energía, con tan poca motivación para cualquier actividad física: no nos divertimos. Y recurro al mismo ejemplo del libro; véase a los niños, con una energía endemoniada y que van a todos lados corriendo y sonriendo. Los adultos en algún punto olvidamos sonreír y disfrutar.
Recordé a “La brujita bonita” Jenn Shelton y a Silvino Cubesare, arranqué por las cuestas brincando, esquivando piedras, aumentando velocidad y con una sonrisa de bobo-tonto, tan solo disfrutando… y de paso consiguiendo uno de mis mejores tiempos.

En el libro, leí sobre personajes que son capaces de subir 1,900 metros durante 17 millas de recorrido, y yo he hecho 1,000 metros de altura en cerca de la mitad de ese trayecto, es decir ¡yo terminó casi destrozado (cada año menos por fortuna) y esos cabrones son capaces de hacerlo dos veces seguidas, y apenas van a una tercera parte del trayecto total! ¡No pinches jodas!
Yo hablo de la increíble carrera de Chupinaya en Ajijic, a la que pretendo ir cada año (este año el 15 de Julio), y en cada ocasión tendré que bajar mis tiempos pues… ¡Malditos hippies! Gracias al libro conocí a una pareja de hippies mugrosos hijos de la gran…

Dejando de lado lo que opino sobre ellos como hippies, son estupendos corredores que estuvieron a la altura del reto. Mucho mejores que yo, lo que desencadena mi ira aún más, por ellos es que tengo más y mejores propósitos pues… no voy a permitir que esos mugrosos me saquen tanta ventaja los muy cabrones. Quizá, y solo quizá, algún día pueda hacer lo que ellos: beber decenas de litros de cerveza y a la mañana siguiente salir a correr para sudarla, logrando distancias que ni yo en mi máxima sobriedad sería capaz de alcanzar.

Y lo sé. Hablo desde la perspectiva de alguien que adora correr, así que poco neutro puedo ser al momento de criticarlo/reseñarlo, sin embargo es lo que se encontrarán todos los amantes de correr. Y aquellos que no, estoy seguro tendrán muchas ganas de salir y hacerlo.
Estoy seguro, como me dijeron por Twitter, este libro generará muchas conversaciones entre las cervezas, las competencias, con los gringos y, espero, dentro de esta nota. Así que, dejando de lado mi fanatismo por ese deporte ¿ustedes que piensan del libro? Y si no lo han leído ¿les generó ganas de hacerlo? Espero ver sus opiniones en la sección de comentarios.

Pero, la historia no termina aquí, por desgracia. En el aspecto literario creo estas letras ya cumplieron su función, ahora llegó el momento de apelar a su bolsillo y pedir algo de apoyo.
Algunas semanas atrás me encontré en los portales digitales de noticias cierto encabezado que refrescó mi memoria al momento “Silvino Cubesare Quimare, el “corredor de pies ligeros” de la Sierra Tarahumara difundió un video pidiendo ayuda económica.”

Silvino, uno de los personajes principales de la novela y al que, en lo posible, he tratado de seguir sus logros a lo largo del mundo, se encuentra en dificultades económicas. Sin apoyo del gobierno, apenas sobreviviendo en un pequeño hogar que comparte con 8 familiares, Silvino, sobreponiéndose a la pena decidió, por medio de Habitante (una página en Facebook), solicitar ayuda ofreciendo un número de cuenta para quien pudiera aportar algo.

Para mala fortuna de Silvino, la situación en el país ha hecho que las personas muestren recelo ante situaciones así ¿cómo es posible creer en un acto desinteresado en estos días?; ¿cómo saber que Habitante no es parte de algún fraude o solo usan la imagen de Silvino?
Tuvieron que recurrir a un video donde el mismo Silvino explica un poco su situación y apela a la buena voluntad de la gente.

Gracias a ello la situación se volcó en apoyar al personaje. En su gran mayoría desconocían la historia o trayectoria de Silvino, por lo cual intenté en lo posible motivarlos y promocionar el libro Nacidos para correr, para así difundir mejor su historia. Sin embargo, y con tristeza y furia lo escribo, me molestó ver comentarios como “es una vergüenza que personajes así nos representen”, “¿acaso usa pañal?”, “primero deberían pagarle unos tenis y buena ropa”.

Personas que no son capaces de soportar el ritmo de carrera de Silvino por 30 minutos, que no pueden leer un libro de pocas páginas donde se narra una estupenda historia, pero sí pueden, detrás de su computadora, lanzar comentarios voraces desmotivando a los pocos que llega el mensaje.
El mexicano común se equipara a la metáfora de la cubeta de cangrejos: cuando uno quiere salir, siempre estará el resto para atenazarlo y jalarlo al fondo, donde todos debemos estar. Un absurdo.

Y con esto no pretendo, específicamente, pedirles ayuda en su nombre. Les pido que le den 15 minutos a Youtube buscando videos sobre el libro, Silvino Cubesare, los Rarámuri y sus carreras en Estados Unidos y el mundo, o, si tiene un poco más de tiempo, lean el libro, estoy seguro no se arrepentirán. La ayuda económica, esa estoy seguro el personaje la sabrá ganar por sí mismo, y ustedes lectores, ustedes espero consideren importante apoyar esos talentos mexicanos olvidados en la sierra.

Texto de la página de Facebook Habitante:
“Silvino además de ser un gran atleta es un gran ser humano, al grado que le daba pena cuando le dijimos que queríamos pedir apoyo para él, aún así logramos convencerlo que nos compartiera su número de cuenta para que quienes quieran apoyarlo, sepan que su ayuda llegará directamente a sus manos.

Demostrémosle a él, al mundo, al Gobierno, a todos, ¡que somos más los buenos!

Los invitamos a solidarizarnos con este gran atleta que es Silvino Cubesare, el gran corredor Rarámuri, quien ha puesto el nombre de México muy en alto.

Si quieres aportar para él, para que tenga mejores condiciones de vida y pueda seguir representando a México en eventos atléticos, puedes depositarle en su cuenta.

Es la 23000798266 de Scotiabank a nombre de Silvino Cubésare Quimare.

SÓLOS SOMOS UNA GOTA EN EL DESIERTO, PERO JUNTOS PODEMOS FORMAR UN GRAN OCÉANO!

¡¡¡¡¡¡Ánimo!!!!!!!”

Como siempre, me despido recordándoles mi blog donde podrán encontrar muchas más reseñas de libros y notas interesantes: Contra el promedio mexicano
También pueden encontrar mis tonterías tanto en Twitter bajo la cuenta @El_Esagui y en Facebook con la fanpage Contra el promedio mexicano
Siéntanse libres de hacerme saber sus comentarios, opiniones, críticas o hasta regaños, al tío Esagui todo eso le interesa para seguir mejorando el contenido.
Nos vemos en la siguiente.

 

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