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Leopoldo Pérez Esquivias, o sea los desencuentros con el mal | Taller de Historia Oral

Juan Frajoza |@KioscoInfo |13 de agosto de 2017

Don Leopoldo Pérez Esquivias, hijo de Genaro Pérez Martínez y Martina Esquivias Núñez, nació en noviembre de 1939 en El Escobal, rancho perteneciente a la hacienda de don Guadalupe Aceves, municipio de Tepatitlán de Morelos. Su vida entera ha transcurrido en las barrancas del río Verde. Curandero y rezandero tradicional, aprendió a utilizar las hierbas medicinales así como espantar los malos espíritus de su maestro don Basilio Alonso, vecino que fue de Tepatitlán. Por su memoria transcurren los mil encuentros que ha tenido con el Mal, contra el que ha luchado desde que adquirió los conocimientos para combatirlo.

El primer encuentro con el Diablo

Yo estaba chico, tendría menos que mi ahijado [ca. 20 años]. Teníamos una vaquita que le compramos a un señor que se llamaba Pedrito Gutiérrez. Se la compramos. Luego aquí era un corral. El patio, vamos diciendo, era de piedra. Entonces dijo mi mamá: “Pos mijo, ya no viene el becerro. Ya no vino la vaca pa’ que le mame el becerro. ¿Cómo la vamos a ordeñar?”. Todos los días llegaba la vaca, le echábamos el becerro, se le pegaba y ya ordeñaba. Ese día no vino. “Anda, búscala allá con María Álvarez?”. “No hay nada”. “Anda, búscala allá con Pedrito”. “No hay nada”. ¡Pos cómo estaba el animal si tenía sed! Fíjate, que antes aquí [en Apozol] estaba en comunidad todo. ¿Cuál luz? ¿Cuál como artesano? Nada. Unas cuantas casas chiquillas, por ahí lejanas. No estaban cerca como ahora que hay apilazón de casas. No ves aquí ahora: casas desde ahí todo eso: pa’l Casino, pa’ allá pa’ Apozol. Eran un chingo de casas en ese tiempo, pero lejanas. No muy lejos, pero siempre estaban retiradas unas y otras.

Bueno, al caso, pa’ no alargarla. Venía toda la gente a este pozo. Aquí le dicen El Agua Escondida. Aquí está el pozo. Toda la gente ocurría con sus tarras de agua en sus burros, en sus mulas. Los que tenían más el modo, que tenían sus animales bajaban aquí al agua. Luego en Casas Viejas hay un pozo nomás, que le dicen el pozo de las gallinas. Se acababa allá porque daba muy poco agua aquél y se acanchaba todo el gentío aquí. Cuando no se acanchaba la gente había muncha agua y la sacábamos en unas tinas, en un balde le aventábamos agua a la vaca y ahí ponía su panza bien llena de agua. Pero nos empezamos a desentender del animal porque no había agua. ¿De ónde le dábamos si la estaba espiando a medianoche, como a ver Dios? Venían a espiar el agua pa’ tragar, pa’ la gente, pa’ su casa. Amanecía el pozo seco, cuál chanza de darle agua a la vaca.

Pos el animal se fue pa’l río, allá pa’ una parte que le dicen El Limón. Pa’ bajar ya pa’l puente estaba un pozo en un guencho grandonón, que estaba saliendo el agua. Pos la vaca se fue, ya sabía el talaje pa allá. Allá se puso pero bien panzona de agua. Había un corral que le dicen el corral de Daniel Gómez. Ahí está el corral y hay una lomita. Esa lomita era el camino pa’ bajar pa’ abajo pa’l Limón, donde estaba la vaca. Ahí era el camino real. Cuando vide un señor: era delgado el muchacho y de color moreno. Pensé que era de unos aforadores que aforaban l’agua en el río. Ahí estaba una casita blanca y ahí aforaban l’agua. ahí vivían e iban a aforar el agua al puente. Bueno, el caso es que allí vivían. Entonces se murió el hombre y nomás quedó la señora, su mamá, una muchacha y el muchazo.

Por ese camino, abajo, había unos mezquitones con unas ramonas buenas. Vía yo a ese viejo, ese muchacho, que se daba unas columpiadonas. ‘Taba en un tepame muy grande. Se daba unas columpiadas y pensé yo: “Ese muchacho tan tonto. ¿A qué viene acá? ¿A qué viene a retirarse, siendo que hay unas ramonas buenas de mezquite allá? ¿A qué viene a retirarse acá a pasearse lejos y luego de un tepame, que son refácil pa’ quebrarse? Dije: “Pues a pasearse”. Vía que se daba unas columpiadas. Puse cuidado: muchacho grande, pero negro el viejo. Vestido de negro: el Diablo. Lo vía yo que se daba las columpiadas. Dije yo: “Por ái no voy a pasar”. Tenía yo miedo. ¡Al Diablo quién no le tiene miedo! Dije: “Voy a rodear. Pero a ver qué”. Pero no, me voy a fijar de vuelta. Luego se dio otra columpiada. Estaba una piedra laja grandona y de la piedra laja se apalancaba y le daba. No le daba muy lejos. Pero ya la última vez que vide, le dio la compulsada como de aquí al guamúchil ese [10 metros aproximadamente]. “No, esto no es cosa buena. Este es el Demonio. Tan chingón para dar esas columpiadas tan lejos”. Luego ya ves que mucha gente se pasea y para las patas. Yo lo vía. “No, esto no es cosa buena”. A la última compilada se fue por el viento. Se fue derecho a una parte donde le decimos El Ortiz, en el río. Por aquel lado está una sabinera bonita, de grandes sabinos, y por ahí se fue por el viento. En el viento se despareció. Era el Diablo.

Un extraño adorador

El Diablo aquí está porque fue un ángel divino del Señor. Por eso está Satanás aquí en este mundo, y le dejó los dones. Yo fui a Ensenada [(Baja California Norte)] y luego hallé a un amigo. Nos hicimos amigos y luego me dijo: “Oyes, Polo, tu amigo que trajiste es un mal amigo contigo”. “¿Por qué?”. Se llamaba Nacho. “¿Por qué, don Nacho?”. Dijo: “Porque te dejó enfermo”. Yo padecí treinta años de ataques. Gracias a Dios que se me quitaron, con medecinas y que Dios quiso, porque esa enfermedad decían que casi no se le quita a naiden. Pos padecía yo ataques y me dijo: “Tu amigo muy mal amigo, mano”. “¿Por qué?”. “Te vido agonizando ahí y mejor le convino ir a trabajar que levantarte”. “Pos sí”. Me tenía así agarrando en una camita que tenía, de tablas. Él estaba ahí sentado. “Tu amigo muy malo. ¿Si me conoces?”. Le decía yo que sí, nomás no podía hablar. Estaba trabado de la enfermedad esa. Dijo: “¿Cuál es la receta que tienes de la medecina que tomas?”. Estaba en un velíz. Ya agarró la receta y ya miró. “Oyes, ¿tomas cetamín y la coramina en gotas?”. ‘Taba lejos de ahí a donde estaba Ensenada. Dijo: “Yo ahorita voy”. Me almiró que en un ratito fue. Dije: ¿Este hombre qué sabrá?”. Ya estaba yo en mi entero conocimiento. En un ratito vino. Las gotas de coramina iban inyectadas. Luego luego me inyectó. Trajo una botellita por aquí así de alcohol y algodón. “Ponte, espérame. Te voy a inyectar”. Me echó alcoholito en las sentaderas, y zas. Con esto al ratito [estaba bueno]. Ya al ratito pude hablarle. Dijo: “Estas pastillas te las vas a tomar. La epamina échate una. Cada tres horas te vas a tomar una”. Pos me compuse.

La vinata, ¿si sabes lo qué es vinata? Donde hay agua. ‘Taba lejos, hijo de la chilteada, bien lejos. Nomás que ‘taba parejo. Me dijo: “Oyes, Polo, ¿no tienes agua de casualidad?”. “Pa’ qué quiere, don Nacho?”. ‘Tábamos de vecinos, porque era una vecindá. Comosa esa puerta, y otra, y otra, y otra. Cada quien con su llavita pa’ que saliera, pa’ cerrar con su candadito. Estaba de vecino. “¿Pa’ qué quiere, don Nacho? ¿Pa’ tomar?”. “No –dijo–, si tienes bastantita que me regales porque quero hacer mis gordas de harina, porque mañana me voy a la fresa a trabajar y quiero hacer mis tacos con mis gordas de harina. Mis tacos, que quiero hacerlos como yo quero”. Sabe de qué quería hacerlos, porque yo vide que lo que hizo fue tacos de frijoles con blanquillo. Ya le dije: “Yo no tengo agua, don Nacho, tengo muy poquita. Estoy cociendo mis frijoles”. Estaba cociendo frijoles con leña. Dije: “Pero si es útil esta agüita, que usted tantíe ajustar pa’ amasar su harina, ahí está toda. Yo si me da sed compro un refresco. Por eso no hay pedo. Llévesela pa’ que arregle”. “No, ni pa’ ti ni pa’ mí. No ajusto, mijo”. “Pos si no ajusta pos va al agua aunque esté lejos. Yo no voy, ‘toy bien guango, bien cansado. Llegué de cardar y ‘toy bien cansado ahora”. “No vaya. Yo voy”. Dijo: “Tráime tu galón”. Tenía yo unos galones de vidrio con orejas, pesados. Ya ves que es pesado el vidrio. Dije: “El galón pesado, se me hace pesado el vidrio, ¿ahora lleno de agua?”. Dijo: “No, dámelo”. “Ya quisiera traer su agua, su galón. Si se cansa se lo cambia al otro brazo, no con mi galón”. Dijo: “No, Polo, pa’ que me haga contrapeso. Dámelo”. “Seguramente se tantea potudo el hombre”, pensé. Pos ándale que fui a echar mi agüita a una ollita. Era poquita agua. “Ten, Nachito”. Ya entonces vide que estaban unas casitas cáidas de adobe. Se metió él. Dije: “Va tirar los calzones, fue al baño”. Entonces pensé: “¿Yo me le voy a cagar a este viejito, yo nuevo y él tan viejito? ¿Y pa’ traer mi galón?. Yo voy a traer mi galón. Nos vamos de compañeros y nos venimos de compañeros. Él trae su galón y yo traigo el mío”. Cuando él salió del cuartito al caminito donde nos íbamos a ir pa’l agua, le dije: “Yo pensé ir con usté a traer mi galón de agua. Apenas fue a tirar los calzones”. “No, ¡qué tirar los calzones! Vengo ya del agua. ven, encuéntrame”. “¿Cómo? ¡Será brujo!”. Dijo: “Pos no le andas jerrando”. Yo lo juzgué: me contó un pito. Al cabo es cierto. Hablador. Era mi amigo y yo lo quería como amigo. Pero dije: “¡Legón, cuál agua trae!”.

Entonces le canté los perejiles, como luego dicen. Decirle lo cierto. “No, pos usted sabe muchas cosas, don Nacho”. “Gracias a Dios que me ha dado mi sabiduría grande y sé muchas cosas”. “Por eso que Dios le ha dado, su sabiduría grande, vaya ahorita amasar su harina”. “Sí, ahorita me voy amasar mi harina”. Ya tenía su agua calentando en una estufa de quemadores de petróleo. Empezó amasar su harina. Ya que la amasó le echó su sal y luego le echó manteca. Yo viendo, porque estaba cerquitas. Estaba parado. Siempre me hacía ansina cuando él volteaba pa’ fuera, me hacía yo pa’ atrás pa’ que no me viera. Yo viendo su sartén. Ya que la amasó, su pelota de masa de harina. Luego trajo una tabla grande y su bolillo. Empezó. Unas gordonas. Era como una vieja de esas altivas que hacen unas gordas delgaditas, unas gordas así que están boleadas. Hizo un alterón ansina de tortillas, frío sus frijoles con blanquillo. Yo fui a mis frijoles y como que a mí ya no me gustaban los que yo hacía. Con el olor de la mantequita y del blanquillo, creo que hasta ganas me daban a mí. Él hacía sus tacos. Luego ya me dijo: “Oye, ¿me estabas viendo que estaba haciendo mis gordas?”. Le tenía miedo, desconfianza; pero tenía ganas de un taco. Pensé: “¿Y si me lo trago y que me va fregar, que me vaya fregar? Me da ese taco y me va chingar. Pero pos yo no tengo que ver con nada con él”. Pos siempre le tenía miedo. Entonces me dio dos gordas de harina y buen putazo de frijoles con blanquillo. “¡Toma, soy tu amigo, no soy cabrón! Yo a mis semejantes no les hago ningún daño. Tomátelo sin ninguna desconfianza”. Me tragué el taco. “Pos es cierto, don Nacho. Yo no tengo que ver con usted ni usted conmigo. Yo me lo trago”. Bueno, el caso que ya empezó a comer. Le dije: “Ya me voy atizar mis frijoles, ya me dio mi taco”.

Al ratito me fui asomar. Él a come y come. Él volteaba pa’ atrás a ver si me veía. Luego me hago pa’ atrás, pa’ que no me viera. Entonces dije: “¡Pa’ que me escondo, ya me tragué el taco! A ver qué está haciendo, para ver qué me platica”. Tenía un santo como esa Virgen de Guadalupe, clavado así como la ves ahí. Pero tenía un cajoncito pegado en la pared, largo. Era una cajita donde pizcaban tomate. El santo así, era un santo cubierto. Yo le dije: “Oiga, don Nacho, ese santo ¿qué santo es?”. “Ponle cuidado. Tú sabes de muchos santos: san Martín Caballero, san Martín de Porres, el santo Fulano, el santo Mengano”. Empezó a mentármelos. Todos los que me estaba mentando los conocía yo. “Pon cuidado a ver qué santo es”. “Pos no. ese santo no le hallo ninguna figura que sea santo. Es un mono”. Lo tenía con unas siete u ocho veladoras. Esas veladoras chiquitas. “Ese santo primero almuerza, primero come, primero cena que yo”. “¿Y qué cena?”. “No sea tan simple”, me dijo, casi como decirme pendejo. “No sea tan simple: las veladoras. ¿No lo conocites?”. “No, pa’ mí ese es el Diablo. No es otro”. “Ése es. Pero mira, tú lo mientas de Diablo, lo mientas de Demonio, lo mientas de Satanás, de Uzble, Chamuco… ¿Verdad que lo mientras de muchos modos?”. “Sí, nosotros lo mentamos de muchos modos”. Dijo: “No, ése es Luzbella, el ángel más consentido del Señor”. A ése el Señor le dejó los dones. Pero quería ser más que Dios. Óilo bien lo que te estoy explicando. Quería ser más que Dios, pero Él dijo: “Mas que Dios, naiden”. Quiso hacer más que el Señor el Diablo, porque era Luzbella. Era un ángel, como aquí yo querer a mi ahijado mucho y yo darle los dones. Todo lo que yo sabía dárselo a él, así se lo dio el Señor. Pero quiso pasarse de la medida y quiso ser más que Él. Y dijo Dios, le puso la mano: “Más que yo, naiden. Óilo bien. Hazle de la manera que queras. No te quito tus dones, pero más que yo naiden puede ser”. Hay gente destafadora, nomás lo que quiere es joder a la gente y no cura. Son gente aprendiz, que nomás quiere fregar la gente y no cura. Esa gente que es buena curandera, cura y sabe de estas cosas.

Don Nacho era de la cabecera de México, de Toluca. Me dijo: “Mira, ya vites que en un ratito fui y te traje tu agua. Yo cuando quero ver a mi familia, voy en un ratito. Ese hombre que dices que es el Diablo, es Luzbella pa’ mí”. Yo te platico como él me platicó. Pero yo te digo lo que hacía: era persona que tenía contauto con el Demonio. “Yo a mis semejantes, mis amigos, mujeres amigas, mujeres mayores igual que yo no les hago ningún daño. Yo eso lo tengo en bien de mi familia, en buen mío. Porque yo cuando quero ver mi familia, que estoy lejos trabajando y tengo pendiente que no sé cómo están, él me tira un lazo. El Demonio me tira un lazo como teléfono y yo voy en un ratito. Las veo tan aliviadas, me vengo a mi trabajo. Si no me regreso, porque mis espíritus los dejo aquí. Yo voy sin espíritu allá a verlos. Mi espíritu queda aquí, por eso necesito regresar de vuelta. Porque si queda mi espíritu allá, me muero”. Sí lo creo. ¿Tú no habrás soñado esas cosas? ¿No has soñado en sueños feos que andas por ahí lejos? Si Dios Nuestro Señor no te da licencia de volver a tu casa, aquí a tu terreno, te morites porque tu espíritu anda lejos. Del cuerpo se desprende, porque tú estás soñando. La pura realidad y pregúntale a una gente que sepa ver, que sepa cosas grandes y eso viene siendo.

El que quiere hacer daño, lo hace. Al Diablo lo buscaban con encuerarse a las doce de la noche. Una serpiente los lambía. La serpiente es el Diablo. Tiene muchas cabezas la serpiente, tiene siete. Te vas haciendo el ánimo. si vas hacer daño te vas hacer el ánimo de encuerarte como Dios te mandó al mundo. Te encueras donde hagan cruces los caminos. Allí te tiras atravesado y vas oyír muchos extremos. Las cosas malas. Vas a oír muchos extremos, muchas cosas. Allí llega esa serpiente y tú te dejas que te lamba como llegar una vaca a lamber su becerro. Ya cuando te dejates lamber, la serpiente se retira. Pero ya te dejó todo eso, todos esos espíritus malos para que puedas haces chingadera y media. Puedes hacerle daño a la gente, hasta matarla. Pero no creas que brujos hay munchos. Se necesita que tengan sus buenos tamaños pa’ hacer esas cosas, porque ni no hacen ansina no pueden hacer nada. Pa’ buscarlo y dejarse lamber han de tener sus tamaños. Tú le dices: “Yo no te quiero ver serpiente, yo te quiero ver como persona como yo”. Viene, sí, pero te lambe siempre con la lengua. Te estropea todo encuerado y te dejó la cosa mala, los poderes.

 

 

 

 

  • La memoria colectiva e individual son parte fundamental de los bienes culturales inmateriales con que cuentan los pueblos. Sin embargo, en la actualidad su transmisión se ha visto reducida por nuevas circunstancias de sociabilidad. De esta suerte, el Gobierno Municipal de Tepatitlán de Morelos, a través de la Dirección de Arte y Cultura, ha comenzado a implementar un programa de intervención nombrado Taller de Historia Oral, cuya finalidad es recoger, difundir y salvaguardar el testimonio vivo de los hombres y mujeres que han forjado el presente. Copia de todos los materiales sonoros obtenidos durante el trabajo de campo, serán donados a la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para la creación de un fondo particular.

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