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Exequias a Don Chon Barba Fotos: Eduardo Castellanos

Así se recuerda a un charro | Crónica y Galería

Cinthya Gómez | @KioscoInfo | 21 de junio de 2017

Las letras E y B entrelazadas formando casi una mariposa estaban por doquier. Las había hechas en muchos materiales, desde oro, plata, en caros bordados, remachados, pintados a mano o impresos.

Se los vio en trajes de charro antiguos, típicos, tradicionales, de faena, de gala. La E y la B estaba incluso en espadas y en un cuerno de toro; Absolutamente todos los sombreros charros la tenían. Se sumaban una carreta, las fotos, sillas de montar, un casco, botas y unos cintos piteados decorados con filigranas de oro. Todo tenía el sello distintivo de la E de Ernesto y la B de Barba; Ernesto Barba, de Don Chon Barba.

Más de un centenar de piezas personalísimas formaban parte de la pequeña exposición que la familia y amigos de Don Chon montó en la Plaza de Armas del centro de Tepa a manera de homenaje a uno de los Charros más queridos de la ciudad.

A pesar de inmensa, ella sólo era una pequeña parte de todos los accesorios charros y de caballos que Ernesto Asunción Barba Venegas coleccionó durante toda su vida. No sólo era ropa o pequeñas piezas con un fin específico: era la sustancia misma de Chon. Lo que le apasionaba.

Una foto a blanco y negro del hombre delgado que siempre traía una sonrisa, reposaba sobre uno de los trajes de charro que más le gustaban.

El retrato fue hecho a encargo por un fotógrafo amigo suyo, quien la editó especialmente, para que cuando Chon la mirara, viera como sería, quizá, cuando llegara a la vejez. Chon apenas pasaba los 60 años, y aún así la vida la tenía a manos llenas cuando se le fue. Dejó las cabalgatas en la tierra para hacer sus acrobacias en otro lado, allá arriba, en el cielo.

“Así serás de viejito, Chon, le dijo el fotógrafo un día a Asunción Barba, cuando le entregó la fotografía”, nos platicó su primo y casi mejor amigo, mientras sostenía la foto.

Su último paseo, en calandria

A parte del homenaje, los amigos charros del más charro, cabalgaron, bajo el aplomo del sol y a bordo de una calandria, sus restos hasta el centro de Tepa, a la Parroquia de San Francisco para su misa de cuerpo presente.

Los oficios religiosos a Don Chon fueron más que emotivos. Adentro en el templo, los sombreros de alas largas estaban reclinados por respeto al templo y no sobresalían, pero los trajes y los vestidos de escaramuzas eran imanes a la vista entre la gente que iba vestida con ropa casual.

En su mensaje, el padre recordó cómo Chon, fanático de las acrobacias charras, había hecho su último truco, y en vez de dar el Paso de la Muerte, hizo uno más espectacular, el Paso de la Vida, para trascender al más allá.

Además de su legado como apasionado charro, a Don Chon Barba se le recordará siempre por llevar la Charrería a aquellos sectores de la población con menos recursos en Tepatitlán.

Don Abelardo de la Torre, conoció a su amigo Chon en la infancia y desde entonces lo recuerda enamorado de los caballos. Por eso es que todos sus amigos no imaginan un evento de caballos o de Charrería en el que no esté Chon.

“Era alguien perseverante, por amor a lo que hacía, amor al caballo, a la Charrería. Era una persona fina. El incondicionalmente regaló su vida al deporte. A el le gustaba que los niños tuvieran la inquietud de ser de a caballo y se murió con esas ganas de seguirle. Así lo vamos a recordar toda la gente de a caballo, nos va a hacer falta”, platicó Don Abelardo a lomo de su potro.

De la escuela de charros para niños, ni hablar, dicen sus amigos que necesitaría volver a nacer otro Ernesto Asunción Barba Venegas apasionado por la Charrería para que siga el legado democratizador del deporte mexicano.

“Se va a luchar, pero pues va a hacer falta otro Chon. Va a ser difícil, a ver si se logra. Muchos de los que venimos a recordarlo hoy fuimos sus alumnos”, recordó José de Jesús González Valadéz, Charro y cuidador de caballos, quien conoció a Don Chon precisamente en su infancia. Él le enseñó el amor por la Charrería y que este deporte no sólo lo podían practicar las élites.

“Nos enseñó que los valores no se deben de perder a pesar de todo. Él era una persona muy alegre. Con él si aplica la de los pequeños detalles que a veces no se ven, pero cuentan mucho. Don Chon hizo que la Charrería no sólo fuera de abolengo, sino que los jóvenes y cualquier persona que no tuvieran los recursos pudiera entrar a la Charrería”.

Al final del homenaje, los restos físicos del Charro más querido de Tepa fueron llevados a descansar a las criptas del Santuario de la Virgen Guadalupe, en el centro de su amado pueblo.

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